domingo, 6 de marzo de 2011

La 2ª República Española (2ª Parte)

Autor: Geromín
INTRODUCCIÓN
Proclamada la 2ª República de forma ilegal, como quedó expuesto en el artículo anterior, procede ahora describir los innumerables acontecimientos y sucesos que tuvieron lugar en España en el intervalo de tiempo que transcurre entre los años 1931 y 1936 en que estuvo vigente este régimen.
Para ello y con el fin de relatar con la mayor claridad posible esta etapa trágica de nuestra historia reciente, me ha parecido oportuno dividirla en tres periodos perfectamente definidos.
El primero, que comprende los años de 1931 a 1933 (Bienio Reformista) se caracteriza por el establecimiento del nuevo régimen republicano y también por la ilusión que había generado en el pueblo y en los ambientes intelectuales la llegada de la República como medio para modernizar unas estructuras arcaicas y depurar una clase política contaminada e inoperante. Lo que, en principio, podía pensarse que sería una etapa de paz social ante la expectativa creada, resultó ser todo lo contrario. Los anarquistas y comunistas empezaron de inmediato a provocar los primeros incidentes graves que se saldaron con numerosos muertos. También aparecieron los personalismos políticos y, lo que en mi opinión fue más repugnante, el espíritu de odio y revancha que se manifestó en algunos de los miembros del llamado “gobierno provisional”.
El segundo periodo, comprende los años 1934 y 1935 (Bienio Conservador) en el que dado el desorden y caos que había reinado en la etapa anterior se convocaron elecciones generales que fueron ganadas limpiamente por los partidos de derechas, pero el resultado no fue aceptado por los “demócratas” de izquierdas que comenzaron a desestabilizar la República, fomentando y apoyando todo tipo de actuaciones revolucionarias que culminaron con los lamentables sucesos de Asturias. Estos hechos generaron desconfianza entre los intelectuales y desilusión en el pueblo.
Y, finalmente, el tercero que transcurre entre los meses de febrero a julio de 1936 (Frente Popular) en el que, tras un periodo breve pero convulso, estalla la guerra civil como respuesta a un proceso revolucionario que, bien manejado por comunistas, anarquistas y socialistas, intentó implantar en España un régimen totalitario a imagen y semejanza del ruso.
Es curioso comprobar cómo los causantes de este desastre, constatando “a posteriori” la barbaridad que habían cometido, han intentado exculparse de sus responsabilidades a través de sus Memorias.
Al final, como siempre, el pueblo fue envenenado y empujado a implicarse en una feroz batalla, sin buenos ni malos, en la que se dio rienda suelta a los más bajos instintos del género humano. Los centenares de miles de muertos y exiliados fueron ciudadanos que, en su mayor parte, desconocían el motivo real de la contienda. Curiosamente, ninguno de los “padres” de esta desgracia sufrió sus consecuencias ya que al menor síntoma de peligro abandonaron el barco con las maletas repletas de “provisiones”. Para mejor comprensión de lo sucedido en cada periodo insertaré algunas declaraciones de sus protagonistas que hablan por sí solas del odio, del revanchismo y del sectarismo que anidaba en sus mentes.

1931-1933 (PERIODO REFORMISTA)

No había transcurrido un mes desde la constitución del llamado “gobierno provisional” cuando comenzaron las primeras algaradas callejeras. El 10 de mayo se inicia en Madrid una quema sistemática de conventos que posteriormente se extiende a otras regiones españolas. Solamente en Andalucía ardieron más de 100 con las consiguientes pérdidas de tesoros artísticos y expolio del patrimonio, ante la pasividad e incompetencia del Ministro de Gobernación, el conservador Miguel Maura y la grandilocuente frase de Manuel Azaña: “Todos los conventos de Madrid no valen la vida de un republicano”.
Alejandro Lerroux, más pragmático, afirmó: “La Iglesia no ha recibido con hostilidad a la República. Su influencia en un país tradicionalmente católico es evidente. Provocarla a luchar apenas nacido el nuevo régimen es impolítico e injusto y, por tanto, insensato”.
Evidentemente, primó el anticlericalismo de los masones (mayoría en el gobierno) sobre la sensatez. Seguidamente se produjo la expulsión del cardenal Segura, Primado de España, con lo que el enfrentamiento gratuito y provocado con la Iglesia estaba asegurado.
En el mismo mes de mayo, comenzaron las huelgas (pescadores, mineros, campesinos, metalúrgicos) y los levantamientos comunistas de Sevilla y Málaga que se saldaron con ocho obreros muertos. Igualmente, en Madrid, donde hubo que declarar el Estado de Guerra, se produjeron movilizaciones que acabaron con dos muertos. En San Sebastián, la ofensiva anarquista se hizo más violenta y fue reprimida por la guardia civil con otros ocho muertos.
A este “divertido panorama” se añadió la declaración, como buen masón, de Francisco Maciá instaurando el Estado catalán, para desestabilizar un poco más la República.
En esta situación convulsa se convocaron elecciones generales para Cortes Constituyentes que se celebraron el día 28 de junio con los partidos de derechas en plena descomposición por lo que el triunfo de las candidaturas de izquierda fue claro. De los 458 diputados elegidos, 149 estaban afiliados a alguna logia masónica, según se ha podido constatar en los archivos de Buenos Aires, lo que, en mi opinión, tiene un importante significado y explica, en parte, los acontecimientos futuros.
Recién constituidas las Cortes y para no dar tregua al gobierno, la CNT convoca una huelga general en Sevilla, en la que participa Ramón Franco, con graves disturbios callejeros que se salda con más de veinte muertos. Ortega publica en El Crisol un artículo titulado “El Aldabonazo” en el que termina diciendo: “Una cantidad inmensa de españoles que colaboraron en el advenimiento de la República, dicen ahora, entre desasosegados y descontentos. ¡No es esto!, ¡No es esto!
En el Parlamento se debate la nueva Constitución que, dada la composición de la Cámara y los sectarismos antes mencionados, queda reflejada en un texto sectario y excluyente que constituiría otro punto de fricción en el futuro. Ésta se aprueba el día 9 de diciembre de 1931 y, a continuación, se elige a Niceto Alcalá Zamora como Presidente de la República y a Manuel Azaña como Jefe del Gobierno, a pesar de que su partido era minoritario en la Cámara. Ningún miembro del nuevo gobierno tenía experiencia de gestión y de mando, lo que podría explicar, en parte, su desorientación y el desorden que empezó a adueñarse de las calles.
Para “celebrar” este acontecimiento, la UGT y la CNT convocan, en el mes de diciembre, tres nuevas huelgas generales. La primera, en Badajoz, se salda con el asesinato salvaje, calificado así por el estado en que se encontraron los cadáveres, de los cuatro guardias civiles que había en Castilblanco; la segunda, en Arnedo, que termina con seis ciudadanos muertos a tiros; y la tercera, en el Alto Llobregat, que da lugar a una batalla campal que finaliza con más de treinta muertos.
Estos hechos llevaron a Pío Baroja a decir: “Los meses que llevamos de República han producido más muertos en las calles que los cuarenta años de Monarquía”.
Igualmente, en un mitin celebrado en el cine Ópera de Madrid, Ortega afirma: “Seis meses han bastado para que empiece a cundir en el país, desorden, descontento, desánimo, en suma, tristeza. ¿Por qué nos han hecho una República triste y agria? O mejor dicho ¿por qué nos han hecho una vida agria y triste, bajo la joven constelación de una República naciente?
Ante la incapacidad gubernamental de atajar los desordenes callejeros, se decide crear el Cuerpo de Seguridad y Asalto que sustituya a la Guardia Civil en las ciudades y refuerce la autoridad del gobierno frente a los continuos disturbios.
Mientras tanto, Manuel Azaña, que había ingresado en la logia masónica de la calle del Príncipe según reconoce en su propio diario, se reafirma en sus odios personales. Prosigue su persecución furibunda a la iglesia católica declarando que el único matrimonio válido es el civil y expulsando a los jesuitas, en enero de 1932, expropiándoles todas sus posesiones, alegando que obedecían a una autoridad distinta de la República.
Inicia, asimismo, una reforma drástica del ejército, pasando a la reserva a un gran número de jefes y oficiales, con lo que éste se queda sin mandos profesionales y lo que es peor, dividido en dos bandos irreconciliables: la UME (derechas) y la UMRA (izquierdas). Probablemente, esta reforma era necesaria, pero el procedimiento seguido de imposición sin diálogo, ni justo, fue el adecuado.
En poco menos de seis meses, la República se había granjeado, gratuitamente, la enemistad del Ejercito y de la Iglesia que, en principio, no habían rechazado la llegada del nuevo régimen, y mientras el pueblo pasando más hambre, pues el país se había empobrecido, la moneda fue devaluada y los salarios escasearon con motivo de las algaradas callejeras.
Muchos de los seis millones de obreros y jornaleros vieron cómo perdían el único ingreso familiar para subsistir.
Ortega volvió a afirmar: “La República ha dejado a los campesinos sin campo y a los jornaleros sin jornal en situación de hambre y desesperación, habiendo encendido sus esperanzas con promesas que luego ha incumplido”.
El gobierno pone en marcha una reforma educativa con el fin de elevar el nivel cultural de los campesinos que en su mayor parte, no sabían leer ni escribir. En algunas regiones el porcentaje de analfabetismo llegaba al 40%.
También elabora un plan de infraestructuras para mejorar las comunicaciones y solucionar el problema del agua en muchas zonas de España.
Asimismo se inicia una reforma agraria que distribuyese mejor las tierras terminando con los extensos y no bien explotados latifundios existentes sobre todo en Andalucía.
En agosto de 1932 se produce lo que se conoce como “la sanjurjada”. Un intento absurdo de golpe de estado protagonizado por el general Sanjurjo que fracasa por el poco seguimiento del estamento militar y el pésimo planteamiento de sus cabecillas. Curiosamente, este general era uno de los que había apoyado la proclamación de la República desde su puesto de Director General de la Guardia Civil.
Como respuesta incoherente del gobierno a este suceso, las Cortes aprueban el Estatuto de Cataluña que genera mayor inquietud y división en el resto de España.
Para empezar bien el año 1933 los anarquistas tenían preparada una insurrección a nivel nacional. Hubo brotes de violencia en distintas capitales españolas pero fundamentalmente en Andalucía, donde destacaron los sucesos de Casas Viejas, una pequeña población andaluza de 2.000 habitantes que se levantó en armas y tomó el pueblo. Después de una dura batalla con la guardia civil, solo quedó un reducto en el que se refugiaron una docena de campesinos que decidieron no rendirse. Los refuerzos llegados de Sevilla con la orden de disparar a matar cumplieron con su misión. Se produjo una masacre y el fusilamiento público de los apresados, con un total de veintitrés muertos. Este suceso tuvo una gran repercusión nacional y produjo un gran desgaste del gobierno de Azaña, al que se le atribuye la orden que dio al jefe militar, según se declaró en la Comisión parlamentaria: “Nada de prisioneros, tiros a la barriga”.
La pregunta que puede hacerse el lector es: ¿Cómo un pueblo en el que reinaba la miseria, los ciudadanos estaban en posesión de armas de fuego? La respuesta es clara, habían sido armados, previamente, por los anarquistas.
El propio Martínez Barrio que, posteriormente sería presidente del gobierno, afirmó: “Realizar un acto de esta crueldad deshonra el Poder público. Porque creo que hay algo peor que un régimen se pierda, y es que ese régimen caiga, enlodado, maldecido por la Historia, entre sangre, fango y lágrimas”.
En este año se calcula que hubo en España más de 1.000 huelgas, con la participación de 1.000.000 de huelguistas, lo que provocó un alza en los precios de los alimentos básicos, que como el pan afectaba fundamentalmente a la clase humilde, generando más hambre y desesperación.
Siguiendo en su línea, Azaña, so pretexto de la excesiva presencia de la Iglesia en la educación, presentó en el Parlamento la Ley de Confesiones y Congregaciones que impedía a esta institución dedicarse a la enseñanza y por tanto, dejar a más de 400.000 alumnos sin escuela, muchos de ellos hijos de trabajadores que acudían a centros religiosos gratuitos, circunstancia que produjo fuertes reacciones en la sociedad civil. Ante las constantes derrotas que venía sufriendo, el gobierno no tuvo más remedio que presentar la dimisión, lo que dio lugar a la convocatoria de elecciones generales a celebrar el 19 de noviembre, poniendo punto y final a este primer periodo que se caracterizó por el revanchismo y el odio por parte del gobierno hacia las instituciones tradicionales españolas.
Como resultado de esta situación inoperante, los intelectuales se distanciaron del nuevo régimen criticándolo abiertamente y el pueblo se sintió engañado por un sistema que, después de muchas promesas, no resolvía sus verdaderos problemas.
En el mes de octubre, José Antonio Primo de Rivera presentó Falange Española como nuevo partido político que aunque minoritario estaba dirigido por personas muy cualificadas y sus juventudes iban a ser tan activas y violentas como los comunistas pero en el extremo opuesto del espectro político.

1934-1935 (PERIODO CONSERVADOR)
La campaña electoral se desarrolló sin graves incidentes pero con discursos incendiarios que estimulaban el uso de la violencia. Los socialistas, con Prieto a la cabeza, utilizaron el lema: “A vencer el día 19 en las urnas y si somos derrotados, a vencer el día 20 en las calles”. El resultado fue un triunfo de los partidos de derechas que obtuvieron 5.400.000 votos, por 3.120.000 de las izquierdas.
Alcalá Zamora, después de muchas maquinaciones para que no gobernase Gil Robles, encargó a Lerroux la formación de un nuevo gobierno que lo conformó con miembros de su partido apoyado en el Parlamento por la CEDA. Este gobierno, como es clásico en nuestro país, dio un giro radical a su política y paralizó las reformas que, con mayor o menor fortuna, había iniciado el gobierno anterior. Esta circunstancia unida al triunfo de los extremismos en Europa (fascismo y comunismo) radicalizó todavía más la vida política en España. Se definieron dos grandes bloques irreconciliables: la derecha, formada por la CEDA, Renovación Española y Falange Española y la izquierda constituida por el PSOE, PCE, IR, CNT y ERC.
La izquierda como buenos “demócratas” y respetuosos con la voluntad popular no aceptó el dictamen de las urnas y según rezaba el lema electoral antes mencionado, se dedicó desde el primer momento a desestabilizar el gobierno promoviendo graves disturbios callejeros. El día 3 de febrero constituyeron el Comité Revolucionario, presidido por Largo Caballero, y en el que estaban, entre otros: Prieto y Santiago Carrillo. Este Comité empezó a armar a las clases obreras y a asaltar a la República para implantar la dictadura de partido, llamada del “proletariado”. Mientras en Cataluña, Esquerra Republicana preparaba la secesión de España.
Se produjeron permanentes altercados y huelgas en toda España, pero fue la entrada en el gobierno de tres ministros de la CEDA, en el mes de octubre, el detonante que aprovecharon para declarar una huelga general que no tuvo éxito, pues en gran parte del país fue reprimida por las fuerzas del orden con mayor o menor esfuerzo.
Lo más grave ocurrió en Asturias. Aquí la huelga general triunfó y degeneró en una verdadera revolución organizada y dirigida por la UGT y la CNT. Se asesinó a guardias civiles, ingenieros, técnicos, civiles, etc. Se quemó el Banco de España así como varios edificios oficiales y civiles. Ante esta situación revolucionaria, el gobierno envió a la Legión al mando del general Franco y se produjo una represión brutal que se zanjó con más de 4.000 muertos, miles de heridos, 30.000 encarcelados y muchos represaliados y exilados. Por cierto, el capitán Rodríguez Lozano, abuelo de Zapatero, participó activamente en esta limpieza de “rojos”
Esta situación llevó a Madariaga a afirmar: “La izquierda ha perdido toda la autoridad moral y la derecha se ha ganado al ejército”.
Los sucesos de Asturias dieron lugar a una campaña internacional en contra del gobierno que inundó de propaganda todo el continente, desvirtuando la realidad y presentándola como una lucha heroica del pueblo contra el fascismo, cuando lo sucedido era todo lo contrario, la defensa del estado de derecho por un gobierno legalmente establecido para hacer frente a una revolución marxista.
Sofocados estos levantamientos, se debería haber entrado en un periodo de relativa calma que permitiese solucionar los problemas de los ciudadanos, que era lo que realmente debía importar, pero los políticos, una vez más, se encargaron de que no fuera así. Se enzarzaron en sus luchas particulares provocando numerosas crisis de gobierno, en las que Alcalá Zamora se extralimitaba en sus funciones e intentaba imponer a personas de su entorno. Esta inestabilidad política se prolongó hasta finales del año 1935 en que estalló el “Escándalo del estraperlo” que afectó a numerosos altos cargos, sobre todo del partido republicano de Lerroux que se vio obligado a dimitir lo que, posteriormente, y ante la incapacidad de Alcalá Zamora para formar nuevo gobierno, desembocó en la disolución del Parlamento y convocatoria de nuevas elecciones generales para febrero de 1936, dos años antes de finalizar su mandato, cuando los partidos de derechas gozaban de una cómoda mayoría en la Cámara que podían haber aprovechado para gobernar sin sobresaltos y reconducir al país a una situación de normalidad.

FEBRERO 1936-JULIO 1936 (FRENTE POPULAR)
Para presentarse a las elecciones, los partidos de izquierda formaron una coalición antinatural pues se unieron partidos y organizaciones que se habían enfrentado violentamente en los años anteriores y perseguían objetivos diferentes como eran: PSOE, PCE, IR, POUM, ERC y CNT, que denominaron “Frente Popular”. Stanley Payne lo definió como “Tercera República” ya que esta sopa de letras promulgaba un sistema distinto al de la 2ª República y al final resultó ser la “puntilla” del régimen.
La coalición de la derecha estaba formada por: la CEDA, Renovación Española y Falange Española.
La campaña electoral se desarrolló dentro de una violencia extrema, como lo prueba el hecho de que veinticuatro jóvenes de los partidos de derechas fueron asesinados. Largo Caballero llegó a afirmar en un mitin: “Si la situación da la vuelta no respetaremos la vida de nuestros enemigos y si las derechas no son derrotadas, emplearemos otros medios para su aniquilamiento”.
Las elecciones se celebraron el día 16 de febrero, como es de suponer en un clima bastante alterado y aunque los resultados oficiales no se publicaron nunca, los resultados fueron los siguientes:
Derecha 4.510.000 votos
Izquierda 4.430.000 “
Centro 680.000 “
Se denunciaron muchas irregularidades en el recuento de los votos y en la anulación de votaciones en poblaciones donde había ganado la derecha.
Una ley electoral injusta dio lugar al siguiente reparto de escaños en la Cámara:
153 escaños a la derecha
265 escaños a la izquierda
54 escaños al centro
Al igual que cuando se proclamó la República, en esta ocasión también se vulneró la legalidad vigente, pues sin respetar los trámites y plazos establecidos en la Constitución y en la ley electoral, el día 19 de febrero, Manuel Azaña proclamó el nuevo gobierno y empezó a actuar como tal. Una vez más se cometía otra ilegalidad ante la pasividad y complicidad del presidente de la República y de los partidos de la oposición que permitieron esta tropelía.
Este mismo día empezaron los desórdenes callejeros, la quema de iglesias, las huelgas salvajes, los altercados, atentados, etc.; es decir, la violencia se adueñó de las calles.
Las Cortes se constituyeron el 3 de abril y en la sesión de apertura ya se planteó el cese de Alcalá Zamora como Presidente de la República, alegando que ya había disuelto las Cortes en dos ocasiones que era el número máximo que permitía la Constitución. Después de un debate intranscendente, se consumó el plan diseñado por Azaña y Prieto en su primera fase, que consistía en nombrar a Manuel Azaña, Presidente de la República. La segunda fase, que era designar a Prieto como Jefe del Gobierno, topó con la oposición frontal de Largo Caballero, que veía como su rival dentro del partido le sacaba ventaja. Así es que hubo que recurrir a un sustituto que fue Santiago Casares Quiroga, un político de segunda fila pero fiel a Azaña.
Como todos los “buenos servidores del pueblo”, la ceremonia de toma de posesión del Presidente fue un verdadero espectáculo de luz y sonido, similar a los que protagonizaba el Rey huido. Asimismo, se trasladó a vivir, temporalmente, al Palacio de El Pardo hasta que le preparasen el Palacio Real, que según él era el adecuado para su categoría.
Para exacerbar a las masas contra la Iglesia, los comunistas difundieron entre el pueblo el bulo de que los caramelos que se distribuían en los centros religiosos estaban envenenados y ya habían fallecido varios niños. El gobierno se vio obligado a desmentir esta calumnia informando que en ningún centro hospitalario se había producido un solo fallecimiento por esta causa, pero el daño y el objetivo fijado se había conseguido.
En los cuatro primeros meses del nuevo gobierno se produjeron los siguientes sucesos, debidamente contrastados:

270 asesinatos
1.300 heridos en las calles
150 atracos
375 iglesias quemadas total o parcialmente
390 centros cívicos o educativos destrozados
45 periódicos atacados o destruidos
115 huelgas generales
230 huelgas parciales
150 bombas explotadas
300.000 ha. ocupadas y sin cultivar por falta de medios

Este cúmulo de barbaridades dejó 800.000 parados y más hambre en el pueblo.
Azaña reconoció en sus Memorias que fue un periodo de impotencia y barullo. Pero la realidad es que no se actuó contra los autores de estos atropellos, solamente se encarceló a dirigentes y miembros de Falange Española.
Gregorio Marañón, otro de los padres espirituales de la República afirmo: “¡Qué gentes! Todo es en ellos latrocinio, locura, estupidez. Bestial infamia de esta gentuza inmunda. Tendremos que estar varios años maldiciendo la estupidez y la canallería de estos cretinos criminales y aún no habremos acabado. Y aún es mayor mi dolor por haber sido amigo de estos escarabajos”.
Esta situación prerrevolucionaria culminó con el “crimen de Estado” que le costó la vida al líder del Bloque Nacional, José Calvo Sotelo. Como siempre que sucede en estos casos, la versión oficial es que se trató de un acto aislado llevado a cabo por unos incontrolados en venganza por el asesinato del teniente Castillo.
El relato de lo acontecido, debidamente contrastado, es el siguiente:
El día 1 de julio, el diputado socialista Ángel Galarza afirmó en el Parlamento dirigiéndose a Calvo Sotelo, como anuncio premonitorio, y así consta en el diario de sesiones: “La violencia puede ser legítima en algún momento. Pensando en Su Señoría, encuentro justificado todo, incluso el atentado que le prive de la vida”.
A principios de julio, siguiendo órdenes del Ministerio cambiaron la escolta de Gil Robles y de Calvo Sotelo asignándoles personas desconocidas. La noche del día 12 salió del cuartel de Pontejos, la camioneta nº 17 al mando del capitán de la Guardia Civil Fernando Condés, en la que iban siete guardias de asalto de la escolta personal de Prieto y cuatro pistoleros, entre ellos, Victoriano (Luís) Cuenca, persona de su absoluta confianza. Se dirigieron al domicilio de José María Gil Robles al que no encontraron pues se había ido a Biarritz con su familia. Parece ser que también intentaron localizar a Alejandro Lerroux y no lo consiguieron. A continuación fueron al de José Calvo Sotelo al que sacaron de casa con embustes. En el trayecto, Victoriano Cuenca le dio dos tiros en la nuca y le arrojaron al suelo en el cementerio del Este. Hay que apostillar que no se detuvo a ninguna persona ni se abrió comisión de investigación en el Parlamento, es más, el día 25 de julio, en la Sala en que se celebraba el juicio por este asesinato entraron milicianos socialistas y robaron el sumario oficial de la causa.
Entre tanto, la conspiración militar seguía con sus preparativos y organización. Cada salvajada que se producía como la relatada, aportaba nuevas adhesiones al golpe. Azaña presumía de conocer y controlar la situación y se jactaba diciendo que les dejaría actuar para que fracasaran como Sanjurjo y luego actuaría contra ellos. La única medida que tomó el gobierno fue alejar de Madrid a los generales más sospechosos. Así trasladó a Mola a Pamplona, a Franco a Canarias, a Goded a Baleares y a Varela a Cádiz, con lo que, en realidad, gozaron de mayor libertad de movimientos. Era tan soberbio que no captaba que la situación era totalmente diferente. Es más, generales como Queipo de Llano o Cabanellas, afectos a la República, se habían adherido a la sublevación. El mismo general Franco, indeciso hasta ese momento, se incorporó al alzamiento.
En este estado de cosas, la tarde del 17 de julio de 1936 se consumó el levantamiento del ejército de África que dio lugar al comienzo de la guerra civil, iniciándose un nuevo periodo en la vida de la República que se analizará en un artículo posterior.
Hasta aquí el relato verídico y debidamente contrastado de lo ocurrido en estos años aunque su lectura pueda resultar incómoda para algunas sensibilidades.

Seguidamente expondré mis conclusiones personales de esta etapa que, por supuesto, son opinables y rebatibles.
1ª.- La República, como nuevo régimen político, nació herida de muerte, pues colectivos tan importantes y activos, como los anarquistas de la CNT, los comunistas del PCE y gran parte de los socialistas de la UGT no la aceptaron desde el principio y la utilizaron como plataforma para la implantación en España de una revolución bolchevique. Para ello, contaban con la inestimable colaboración y apoyo económico de la “Komintern” (Tercera Internacional Comunista), controlada por Stalin.
2ª.- Los principales dirigentes políticos de la República sin experiencia alguna de gobierno, en especial, Manuel Azaña, dieron continuas muestras de su ineptitud para gobernar y se dejaron llevar por los odios y sectarismos personales, despreocupándose de los problemas reales de los ciudadanos que no eran la Iglesia ni el Ejército, sino el hambre y la miseria.
3ª.- Ninguna de las reformas planteadas por la República, en particular, la agraria llegaron a buen término, bien porque la corta duración de los gobiernos no lo permitía, o bien, porque, en realidad, estaban en un segundo plano de la batalla política. La República empobreció todavía más el país extendiendo el hambre y la miseria a un mayor número de ciudadanos que se encontraron sin jornal por causa de los disturbios.
4ª.- Los intelectuales y el pueblo que habían apoyado sin fisuras la llegada del nuevo régimen pronto se vieron desilusionados por el devenir de los acontecimientos, se alejaron de este proyecto e incluso algunos llegaron a temer por sus vidas y se fueron de España.
5ª.- El comportamiento execrable del partido socialista que de la mano de Largo Caballero, fue radicalizando su postura alejándose del espíritu de la República. No aceptó el resultado de las urnas, organizó la revolución de Asturias y terminó siendo una marioneta del partido comunista que le llevó a su planteamiento revolucionario.
6ª.- Los partidos de derechas con Gil Robles a la cabeza, tampoco supieron ejercer el poder cuando las urnas les habían otorgado la posibilidad de reconducir una situación caótica. Se enzarzaron en batallas cainitas que les impidió dedicarse a lo que el pueblo demandaba que era comer y trabajar.
7ª.- La llegada al poder del Frente Popular radicalizó aún más, si cabe, la situación en España. Los bloques que se habían ido perfilando a lo largo de estos años, se enrocaron en sus posturas e hicieron inviable cualquier salida pacífica del problema. Se produjo una verdadera orgía de asesinatos, incendios, vandalismos, saqueos, invasiones de fincas, etc. Es decir, un doble movimiento de destrucción de la legalidad republicana desde el gobierno y de avances revolucionarios desde la calle.
8ª.- La República liberal estaba muerta antes de que se produjese el alzamiento militar, como afirmó Gregorio Marañón desde su exilio en París. Se habían anulado las instituciones y la revolución bolchevique tan admirada por los “demócratas” de la época estaba en marcha. Sirva como ejemplo lo que sucedía en Cataluña, donde el gobierno central y el de la Generalidad eran incapaces de controlar los desmanes de los anarquistas y de los comunistas que actuaban sin acatar orden alguna para cometer todo tipo de actos vandálicos.


Madrid, 7 de marzo de 2011