sábado, 16 de abril de 2011

La 2ª República Española (3ª Parte)

Autor: Geromín
INTRODUCCIÓN
Dentro del planteamiento general que expuse en el primer artículo de esta serie, el tercer periodo de la existencia de la 2ª República comprende desde julio de 1936 hasta abril de 1939 que es el tiempo en el que tiene lugar la guerra civil. Se trata de uno de los episodios más interesantes y controvertidos de la historia universal contemporánea que ha dado lugar a una inmensa bibliografía.
Personalmente estoy convencido de que por tratarse de una guerra tan cercana, polémica y politizada, cada lector tendrá formadas sus propias ideas e interpretaciones al respecto, pero también creo que, en la mayoría de los casos, están deformadas por la propaganda que machaconamente ha intentado camuflar una dura y triste realidad, presentándola a los ciudadanos como una lucha heroica del pueblo frente al fascismo. A lo largo de este artículo se podrá comprobar, sin duda alguna, que la evolución de los acontecimientos no fue tan simple ya que estuvieron en juego otros intereses ajenos al pueblo e incluso a España.
A fin de ser lo más objetivo posible, aunque ello no sea tarea fácil, al relatar los acontecimientos me basaré en hechos contrastados y en las propias declaraciones o escritos de los protagonistas que en muchos casos hablan por sí solos.
No me voy a detener en los sucesos bélicos de la contienda que desviarían la finalidad de estas líneas y darían lugar a un extenso tratado. Solamente me centraré en las actuaciones políticas del gobierno de la República y en aclarar algunos hechos puntuales a la vista de la información de que se dispone en la actualidad.

LEVANTAMIENTO MILITAR

Como ya indiqué en el artículo anterior, el Gobierno conocía la existencia de contactos entre militares para poner fin al descontrol generalizado que vivía el país con la llegada al poder del Frente Popular. Su impresión era que se trataba de movimientos sin importancia que llegado el caso controlarían sin apenas dificultad, como había sucedido en el año 1932 con el intento del general Sanjurjo.
El asesinato de José Calvo Sotelo, alentado por miembros del propio Gobierno y del que se jactó públicamente Ángel Galarza, futuro Ministro de Gobernación, fue el detonante para que se incorporasen al movimiento militar algunos generales que hasta ese momento habían permanecido indecisos, como fue el caso del propio Franco.
Cuando en la tarde del 17 de julio se produce el levantamiento del ejército de África, seguido por el general Mola en la zona norte de España, el gobierno no le concede mucha importancia y no inicia actuaciones rápidas y eficaces para su control. Al día siguiente, y ante las presiones de los sindicatos y de los partidos políticos para que se entreguen armas al pueblo, Casares Quiroga se ve obligado a dimitir y Azaña encarga a Diego Martínez Barrio la formación de un nuevo gobierno que será el más corto de la historia pues apenas duró unas horas. Seguidamente, es José Giral el encargado de formar un gobierno que pudiese controlar una situación que se les iba de las manos por momentos. El propio Giral contribuyó al caos entregando armas a las milicias populares y sindicales.
El alzamiento militar, como tal golpe, fracasó pues no logró imponerse en toda España. Un golpe militar para que triunfe ha de ser de efecto inmediato, como sucedió posteriormente en Grecia o en Chile. En este caso, el gobierno de la República se quedó con el control de las zonas industriales; de las grandes ciudades, excepto Sevilla; de las minas y, fundamentalmente, las reservas del oro del Banco de España. Igualmente, gran parte del Ejército, la práctica totalidad de la Escuadra y de la Aviación permanecieron fieles a la República, con lo que “a priori” podía vaticinarse un triunfo rápido de las fuerzas republicanas.
Pero inmediatamente, el gobierno empezó su andadura errática. Una de las primeras medidas que, incomprensiblemente, había adoptado fue la liberación de los presos comunes que rápidamente se apuntaron a las milicias ciudadanas para dar rienda suelta a sus instintos criminales. En estas milicias hubo personajes siniestros como Agapito García Atadell que se designó Jefe de la Brigada de la Policía, y después de múltiples saqueos y asesinatos intentó fugarse a América con el botín de sus robos, pero fue denunciado por sus propios compañeros y apresado por las fuerzas de Franco en Las Palmas. Posteriormente fue juzgado y dada la brutalidad de sus asesinatos muerto a garrote vil en Sevilla donde, por cierto, murió confesado, comulgado y gritando “Viva Cristo Rey”. Otro individuo indeseable fue Felipe Emilio Sandoval, “Doctor Muñiz”, perteneciente a la brigada socialista “La Motorizada”, una de las más temidas por su ferocidad y responsable de la checa de Fomento. También participó activamente en las atrocidades antes mencionadas.
En Madrid se instaló el marxismo revolucionario y las milicias de los sindicatos, de los anarquistas, de los comunistas y de los socialistas radicales empezaron con los registros, detenciones, saqueos, asesinatos, etc.; es decir, una orgía indiscriminada de odio y sangre.
Ello dio lugar a un éxodo masivo de funcionarios, profesionales liberales, diplomáticos e intelectuales de izquierdas que abandonaron España por temor a ser víctimas de sus propios correligionarios.
Para definir crudamente esta situación voy a basarme en las manifestaciones de personajes nada sospechosos de defender las ideas fascistas.
El historiador comunista Tuñón de Lara escribe:
“En Madrid la represión popular fue degenerando. Surgieron las patrullas de control que se tomaban la justicia real por sus manos, asaltando casas, quemando, asesinando, desvalijando, etc. Se cometieron crímenes, se mató sin juicio, en descampados, en las cunetas de las carreteras… Era la explosión de una guerra de clases que impulsó a matar a muchos solamente por la posición social que tenían”.
El comandante Tagüeña, también comunista dice:
“La situación real que podía observarse el que mirase a la calle es que había terminado la 2ª República. Cada grupo tenía sus objetivos, sus programas, sus fines diferentes, sus unidades de milicias, sus policías y hasta sus finanzas. En cuanto a los republicanos habían sido barridos por los acontecimientos y muy poco iban a significar en el transcurso de la guerra”.
Ortega y Gasset denunció:
“En Madrid, los comunistas y sus afines obligaban, bajo las más graves amenazas, a escritores e intelectuales a firmar manifiestos y hablar por la radio en favor de la República”.
Todo ello ante la pasividad de un gobierno que no quería o no sabía tomar medidas para poner remedio a este caos, o en otros casos, como el de la Cárcel Modelo de Madrid, siendo cómplice de los 60 asesinatos que allí se cometieron. Entre las víctimas figuran personajes como: Melquíades Álvarez, Rico Avelló, Martínez de Velasco o Salazar Alonso que habían sido Ministros de la República.
Fue tal la magnitud del escándalo y las protestas diplomáticas que Manuel Azaña se vio obligado a cesar a José Giral y nombrar jefe del gobierno, en el mes de septiembre, a Francisco Largo Caballero que ya había puesto de manifiesto su “talante democrático”, dirigiendo la Revolución de Asturias contra la República. En mi opinión, este nombramiento no solucionó los problemas sino que los empeoró, pues, aparte de su conocida aversión al ejército regular lo que provocó más desunión y desmoralización en sus filas, fomentó la revolución marxista e incorporó a su gobierno, como Ministro de Hacienda, a Juan Negrín, otro personaje tenebroso y responsable del hundimiento de la República. La primera medida que tomó Negrín fue presentar un decreto para que le autorizaran a trasladar las reservas del Banco de España a lugar seguro si las circunstancias lo exigían. Este decreto fue aprobado por el gobierno y, con desconocimiento de sus miembros según ellos mismos han declarado posteriormente, fue puesto en marcha al día siguiente en que comenzó el embalaje en cajas de madera de todo el oro del Banco de España que salió hacia Cartagena y a continuación para Odesa en la Unión Soviética, según describo con más detalle en otro artículo titulado: “El Saqueo del Banco de España”. Ese hecho empobreció a la Republica, pues la peseta perdió su valor y no era aceptada en la compra de material bélico.
A partir de este gobierno, cada cargo importante del mismo, sobre todo en el área militar, tenía un “asesor” soviético que era el que realmente daba las órdenes. Así, Largo Caballero y los generales Miaja y Pozas gozaban de esta compañía. Lo mismo sucedía en todas las ramas del ejército. Esta circunstancia confirma el control que la Unión Soviética ejercía sobre el gobierno republicano para continuar con su proceso revolucionario.
Dentro de esa línea de ataque al ejército profesional merece ser destacada la actuación de Eleuterio Díaz Tendero, socialista y cofundador de la UMRA que clasificó a los militares republicanos en tres categorías: leales, indiferentes y fascistas. Los últimos acabaron en la cuneta o en la cárcel y los segundos apartados de los puestos de mando. Con esta purga indiscriminada se calcula que más de 2.000 oficiales sufrieron la represión, lo que al final repercutió en el desarrollo de la guerra al privar al Ejército de mandos profesionales y sustituirlos por aficionados incondicionales a los partidos políticos, sobre todo el comunista.
Las imágenes de lo que estaba sucediendo en Madrid circularon por Europa e hicieron ver a los países europeos una realidad diferente de lo que les estaban contando. Ante ello decidieron constituir el denominado “Comité de No Intervención” que no fue respetado por algunas naciones pero que posibilitó a otras no tener que manifestarse a favor de la República de la que ya dudaban. La Unión Soviética y en menor medida Francia y México ayudaron al gobierno con armamento y el reclutamiento en las oficinas del partido comunista de distintas ciudades europeas de las llamadas “Brigadas Internacionales” que fueron recibidas con gran alborozo pero que no aportaron nada positivo en el desarrollo de los acontecimientos militares.
Mientras el principal problema del gobierno seguía siendo el mantenimiento del orden en su zona ante la creciente aparición de milicias ciudadanas que no obedecían a nadie. El testimonio del comandante Menéndez del ejército republicano es muy esclarecedor. Dice:
“La moral de las milicias es pésima. En ellas hay dos grupos, uno llamado Pancho Villa que no obedece a nada ni a nadie y lo que dice es que lo mejor es matar oficiales. Hay otro grupo de gente que obedecen pero en cambo huyen con gran facilidad”.
En el mismo sentido se expresó Zugazagoitia, que llegó a ser Ministro en el primer gobierno de Negrín, al decir:
”El problema de la Escuadra tenía una importancia gravísima. Los anarquistas temían perder su control y culpaban a Prieto de estar a las órdenes de Moscú. La guerra en el mar fue una cadena de fracasos para la República. No había oficialidad pues la había asesinado la marinería y los que habían sobrevivido dependían de unos comités nombrados por la marinería que hacían y deshacían a su antojo”.
Mientras esto sucedía en la zona republicana, en el bando franquista pasaba lo contrario. Se unificaba el mando y las victorias militares puntuales les iban proporcionando moral para seguir en su empeño. Países como Alemania, Italia y Portugal empezaron a ayudar a Franco con medios materiales y humanos.
Estos éxitos militares y sobre todo la toma del Alcazar de Toledo provocaron el pánico en el gobierno que decidió, en noviembre de 1936, trasladarse a Valencia dejando Madrid en manos de una Junta de Defensa presidida por el general Miaja, y en la que se encontraba Santiago Carrillo como máximo responsable de Orden Público.
Al día siguiente se constituyó en Madrid el Comité Provincial de Investigación Pública encargado de las tareas de represión y coordinación de las checas, que comenzó a poner en práctica las siniestras sacas nocturnas que acabaron con la vida de 4.500 personas, enterradas en fosas comunes de Torrejón y Paracuellos, siguiendo las mismas pautas que posteriormente empleó la Unión Soviética en Katyn donde asesinó a más de 20.000 ciudadanos polacos mediante el tiro en la nuca. Durante muchos años, la Unión Soviética intentó culpar a las tropas alemanas de ese brutal crimen y así lo creyeron y defendieron los “papanatas” de siempre. Finalmente en noviembre de 2010, el Parlamento ruso ha asumido que fue Stalin el que dio la orden y sus tropas las que la ejecutaron.
Los asesinatos de Paracuellos, entre los que estaban escritores tan famosos como Pedro Muñoz Seca y Ramiro de Maeztu, así como muchos oficiales del Ejército, clérigos y personas anónimas, cuyo único delito era haber sido denunciados por el portero de su vivienda, provocaron una fuerte reacción diplomática, en especial del embajador de Noruega, cuyo cónsul Félix Schlayer descubrió las fosas comunes y elaboró un detallado Informe sobre los hechos que entregó al general Miaja y al Foreign Office inglés lo que provocó un impacto tremendo en los países europeos. Esta circunstancia agudizó aún más el descrédito de la República que, poco a poco y merced a sus propios errores, se fue quedando sin apoyos ni reconocimientos internacionales.
En poco más de seis meses, el gobierno republicano había dilapidado su supremacía militar y, lo que es más importante, su credibilidad internacional. A partir de entonces fue una lenta agonía que según algunos historiadores pudo haberse acortado si Franco hubiese decidido atacar Madrid con todas sus tropas, pero hay quien opina también, que prefirió sentar las bases sólidas de lo que iba a ser el nuevo Estado sin entrar en la aventura de Madrid que era bastante problemática y encima tenía que alimentar a toda su población. El tiempo dio la razón a este planteamiento. Los éxitos militares se iban sucediendo inexorablemente del lado franquista. La toma de la franja litoral del norte (Bilbao, Santander, Gijón, Oviedo, etc.), la partición en dos de la zona republicana con la llegada al Mar Mediterráneo de sus tropas y, finalmente, la Batalla del Ebro, decantaron definitivamente el conflicto a favor de las tropas de Franco.
Mientras tanto Azaña había entregado el Gobierno de la República, en mayo de 1937, a Juan Negrín, que era la persona elegida por la Unión Soviética para este cargo. Este personaje había pactado con Stalin la desaparición del sistema parlamentario y su sustitución por una dictadura comunista de partido único. Igualmente, favoreció la toma del Ejército por militares próximos al partido comunista. También tenía las instrucciones de aguantar la guerra hasta donde fuese posible a la espera de que se produjese la agresión de Alemania a otros países europeos lo que desembocaría en un conflicto internacional.
Entretanto, el caos seguía imperando en la zona republicana, en especial en Cataluña, donde no existía ninguna autoridad que pudiese dictar órdenes.
El propio Azaña escribió:
“Hay que escribir un libro con el espectáculo que ofrece Cataluña en plena disolución. Allí no queda nada: gobierno, partidos, fuerzas armadas, servicios públicos, nada existe. Nadie está obligado a nada. Histeria revolucionaria que pasa de las palabras a los hechos para asesinar y robar; ineptitud de los gobernantes, inmoralidad, cobardía y pistoletazos de una sindical contra otra, engreimiento de los advenedizos, insolvencia de los separatistas, deslealtad, explotación de la guerra para enriquecerse, negativa a la organización de un Ejército, gobiernos independientes en cada población (Puigcerdá, La Seo, Lérida, Hospitalet, Port de la Selva, etc.)”.
“En Valencia todos los pueblos armados montaban grandes guardias, entorpecían el tránsito, consumían paellas, pero los hombres con fusil no iban al frente que estaba a menos de quinientos kilómetros”.
Salvador de Madariaga apostilla:
“La zona de la República era una turba de mal avenidos. La verdadera causa de la derrota de la revolución fue la propia revolución”.
La propia Clara Campoamor, diputada en las Cortes Republicanas, defensora del sufragio universal y de la Ley del Divorcio que estaba en Madrid, viendo la situación se exilió a Suiza desde donde escribió:
“Solamente en la Casa de Campo me encontraba cada mañana al menos 70 cadáveres. Un día el gobierno me reconoció que eran 100 muertos los que hallaban de promedio todos los días. Esa no era la República por la que había luchado”.
Yo creo que no se puede expresar mejor, por personas afectas a la República, la dramática situación de la zona republicana y la ineptitud de un gobierno para asumir sus responsabilidades, salvo que estuviese de acuerdo con el rumbo que iban tomando los acontecimientos.
A la vista de esta situación es comprensible que la toma de Barcelona y de Cataluña por las tropas de Franco fuese un paseo militar en el que no se encontraron ni un franco tirador ni resistencia alguna: es más, fueron recibidos por el pueblo con gran alegría como expresión del final de una terrible pesadilla.
Más de 250.000 ciudadanos cruzaron la frontera temerosos de las represalias y engañados por el gobierno. Su vida en territorio francés fue penosa, hacinados en campos de concentración, vigilados por soldados africanos venidos expresamente para esta misión y desamparados por el gobierno de la República.
Ante la situación insostenible que se vivía en Madrid pues el gobierno de la Republica y las Cortes deambulaban de un lugar a otro, reuniéndose en Valencia, Montserrat, Figueras, etc. y a fin de evitar una masacre ante la llegada inminente de las tropas de Franco, el coronel Segismundo Casado, el 5 de marzo de 1939, dio un golpe de estado contra el gobierno de la República y proclamó el Consejo Nacional de Defensa, previa lucha feroz con los miembros del partido comunista que ocasionó varios muertos. Este Consejo pactó con Franco la entrega pacífica de Madrid y como contrapartida obtuvo los salvoconductos para abandonar España, beneficio al que no se acogió Julián Besteiro que decidió quedarse para hacer la entrega oficial de la ciudad, en una actitud que le honra, aunque ello le costó la cárcel donde falleció al poco tiempo.
La entrada en Madrid de las tropas de Franco fue parecida a lo que había sucedido en Barcelona. Una explosión de alegría popular al verse libres los ciudadanos de las tropelías y penurias que habían sufrido durante los últimos tres años.

ACONTECIMIENTOS PUNTUALES

Antes de finalizar este artículo y exponer mis conclusiones me gustaría desmontar algunos mitos creados en torno a la guerra civil. Uno de ellos fue el célebre bombardeo de Guernica. Durante muchos años hemos asistido a la presentación de este hecho bélico como la masacre de un pueblo inocente llevada a cabo por las tropas franquistas. Pues bien, con el paso de los años y de las investigaciones realizadas por las propias asociaciones vascas se ha podido clarificar y valorar, en su justa dimensión, este lamentable suceso. Lo voy a presentar de la forma más clara posible para que el lector pueda juzgar lo acontecido.

DATO ______________________VERSIÓN OFICIAL______________________ REALIDAD
Habitantes_______________________ 10.000____________________________5.000
Mercado semanal____________ Multitud de campesinos________________Suspendido
Interés bélico____________________ Ninguno ________________3 fábricas de armas
Muertos___________________________ 4.000______________________________126
Destrucción ciudad_________________ 100 % ___________________________17 %
Destrucción posterior_____________------- ___________________________70 % *
Casa de Juntas y Árbol___________Destruidos_________________________Intactos
Duración bombardeo_______________15 horas__________________________3 horas **
Ametrallamiento civiles_____________Sí________________________________No ***
Cuadro “Guernica” __________Pintado como homenaje ________Empezado para otro fin


* Se debió a una actitud negligente de los bomberos de Bilbao que llegaron muy tarde y abandonaron la ciudad sin haber apagado los incendios.
** La autonomía de esos aviones sólo les permitía 3 horas de vuelo.
*** La distribución y estrechez de las calles impedía a los aviones descender para poder ametrallar a los civiles.
Más perverso fue el bombardeo de Cabra llevado a cabo por la aviación republicana y que fue sido silenciado por todos los medios y negado durante un tiempo por el gobierno. Cabra era una población sin interés militar alguno, sin tropas y alejada del frente de batalla. Fue bombardeada y destruida el 7 de noviembre de 1938 y, como consecuencia de esta agresión injustificada, hubo 108 muertos y más de 200 heridos. Eso sí, como afirma Arcadi Espada:
“Pero no eran vascos, no tenían un Picasso que pintase sus gritos, ni sus lágrimas conmovieron a nadie. Hoy que se pretende reescribir el pasado y volver a dibujar las fronteras de buenos y malos, nadie se acordará de esta masacre y siempre nos quedará Guernica. Definitivamente, el bando franquista ganó una guerra, pero perdió la propaganda”.
Otro triste suceso ocurrido durante la contienda y que también se ha manipulado para tratar de ocultar los asesinatos de Paracuellos fueron los fusilamientos de Badajoz. La versión oficial explicaba que tomada la ciudad por las tropas franquistas, se encerró en la plaza de toros a todos los prisioneros y posteriormente se les fusiló indiscriminadamente, llegando a 4.000 el número de víctimas de esta masacre. Pues bien, al igual que en el caso anterior y después de estudios serios se ha podido cuantificar que el número de muertos ascendió a 400 y el método empleado para descubrir a los milicianos fue el de desnudarlos de cintura para arriba y todos aquellos que presentaban hematomas en las articulaciones de los hombros debido al uso de los fusiles permanecieron encerrados y posteriormente fueron fusilados. El resto quedó en libertad. Curiosamente, uno de los liberados fue el padre de Cristina Almeida que podía haber contado la verdad de lo acontecido, pero calló cobardemente para que prevaleciese la versión republicana.
En cuanto a la cifra de fallecidos también desearía aportar los datos que se conocen en la actualidad, fruto de laboriosas investigaciones de muchos historiadores.
Los muertos en combate se cifran en torno a los 100.000.
En las retaguardias se contabilizan los siguientes fallecidos:

Zona republicana 65.000, de los que 15.000 fueron en Madrid y de ellos 6.000 eran religiosos.
Zona franquista 70.000, de los que 45.000 fueron en época de guerra y 25.000 como consecuencia de la posterior represión.

Seguidamente, como en artículos anteriores expondré mis conclusiones personales de esta etapa que, por supuesto, son opinables y discutibles.
1ª.- El levantamiento militar fue el colofón inevitable de un proceso revolucionario iniciado al amparo y al margen del gobierno de la República por unas organizaciones obreras y políticas que perseguían otros objetivos totalmente diferentes.
2ª.- El golpe militar fracasó en su intención de controlar el país en pocos días, pues no consiguió sus fines. Las fuerzas armadas, en especial la Aviación, la Escuadra y gran parte del Ejército permanecieron fieles a la República. Igualmente, las fuentes de riqueza quedaron en la zona republicana.
3ª.- Los propios gobiernos de la República consintiendo la barbarie y el caos que se implantó en su zona fueron los únicos culpables de que los enfrentamientos militares se fueran decantando del bando contrario. Permitieron el asesinato, por parte de la marinería, de gran parte de la oficialidad de Marina e inició una “caza de brujas” entre los oficiales del Ejército dejándolo en manos del partido comunista, que era contrario a la República y seguía estrictamente las órdenes de Stalin.
4ª.- El comportamiento incalificable y sectario de sus principales protagonistas (Azaña, Largo Caballero y Negrín) contribuyó al fracaso del proyecto republicano, a pesar de que posteriormente han intentado eludir sus verdaderas responsabilidades a través de sus escritos y Memorias
5ª.- La actitud desleal con la República, que les había concedido Estatutos de Autonomía, de los nacionalistas vascos y catalanes también contribuyó a la derrota. Los primeros, pactaron con Franco la entrega de Bilbao para asegurar sus vidas y sus bienes económicos. Los segundos, aprobando declaraciones de independencia que en nada favorecían al gobierno central.
6ª.- El trascendental papel jugado por la Unión Soviética en el conflicto español contribuyó todavía más a desvirtuar y desacreditar el proyecto republicano al tratar de convertirlo en una dictadura del proletariado similar a la implantada en su país.
7ª.- La actitud pasiva de los distintos gobiernos de la República obligó a muchos de sus adeptos a emigrar para salvar sus vidas. En este sentido la frase de Azaña, que aunque un pésimo gobernante no era tonto, es muy clarificadora al respecto:
“Que triste va a ser la vida de los republicanos, ya que gane quien gane la guerra jamás podrán regresar a España para vivir tranquilos”.
Era consciente de que si la República hubiese ganado la guerra, en España se habría instalado una dictadura comunista.
8ª.- La época de la República, en especial el periodo aquí relatado, fue un verdadero drama para la inmensa mayoría de los españoles que se empobrecían y quedaron desamparados a merced de unos indeseables que practicaron todo tipo de barbaridades, ante la pasividad incomprensible del gobierno de turno.
9ª.- Como sucede siempre en estos casos, los responsables directos de la tragedia, salieron de España, unos con más dignidad que otros, con las maletas llenas y vivieron su exilio dorado manteniendo un “fantasmagórico” gobierno republicano que justificaba su penosa existencia. Otros vivieron a costa del presupuesto soviético en pago a sus servicios.

A la vista de lo relatado, considero que el partido socialista debería permanecer prudentemente callado y no intentar falsear una realidad que la tozudez de los hechos desmiente por sí solos, e incluso sus propios compañeros, protagonistas de la situación, denunciaron cuando terminó la tragedia.


Madrid, 14 de abril de 2011