martes, 20 de marzo de 2012

El Expolio del Museo Arquelógico Nacional

Autor: Geromín

En los momentos actuales, en que nos encontramos sometidos al bombardeo mediático sobre el resultado final de la batalla jurídica que España ha mantenido con la empresa americana Odyssey Marine Exploration, referente al tesoro rescatado del buque Nuestra Señora de las Mercedes hundido frente a las costas de Portugal en el año 1804, consistente en 17 toneladas de oro y plata correspondientes a 594.000 monedas debidamente clasificadas, y que, finalmente, han sido transportadas a España como legítima dueña de ese cargamento, me parece muy oportuno traer a colación otra actuación relativa también a nuestro Patrimonio Nacional pero de consecuencias negativas, como fue el expolio a que se vio sometido el Museo Arqueológico Nacional durante la 2ª República, llevado a cabo por responsables del Gobierno.
La incautación de las monedas de este Museo fue una pérdida irreparable, ocurrida en circunstancias que hay que considerar, incluso dentro del marco de la Guerra Civil muy penosas por el propio hecho, la forma en que ocurrió y, sus consecuencias, que todavía lamentamos.
De todos es conocido el “Saqueo del Banco de España” llevado a cabo por Juan Negrín acompañado de sus secuaces, que produjo una pérdida económica irreparable para las arcas públicas, pero el expolio del Museo Arqueológico Nacional ha pasado más desapercibido al haber sido ocultado, deliberadamente, por los compañeros de sus autores, aunque también supuso una gran pérdida mayor aun si cabe para el Patrimonio Histórico Artístico de nuestro país.

ANTECEDENTES
El origen de este Museo se remonta a Felipe V, quien en el año 1711 decidió crear una Biblioteca Real en la que, además de libros se ocuparía de recoger, recuperar, clasificar y conservar: manuscritos, instrumentos científicos, monedas, medallas y otras curiosidades históricas.
Las monedas procedían de las colecciones reales a las que se fueron añadiendo las que se iban adquiriendo de colecciones particulares de tal forma que en el año 1715 ya se custodiaban más de 20.000 monedas en esta biblioteca.
Este proceso continuó durante todo el siglo XVIII y la primera mitad del siglo XIX de tal forma que cuando se creó el Museo Arqueológico Nacional como institución independiente en el año 1867, la colección de monedas estaba compuesta por 103.096 piezas.
El prestigio que alcanzó la colección internacionalmente considerada es digno de tenerse en cuenta y el aumento de piezas fue incrementándose, sobre todo a partir de la Restauración, de tal modo que en el Catalogo que se editó en el año 1925 figuraban 160.000 monedas y 15.000 medallas lo que la convirtió en una de las más prestigiosas y valiosas del mundo.
Este es el tesoro que se guardaba en el Museo cuando se produjo el expolio que pasamos a relatar a continuación.

EXPOLIO
El relato de los hechos está basado en el informe que redactó, el 16 de mayo de 1939, Felipe Mateo y Llopis, conservador del Gabinete Numismático del Museo y testigo de excepción del expolio, sobre lo ocurrido entre el 17 de julio de 1936 y el 1 de marzo de 1937, en que con una minuciosidad digna de elogio describió, paso a paso, las distintas actuaciones ocurridas y los nombres de sus protagonistas. Dada la extensión del citado informe no me ha parecido oportuno transcribirlo en este breve artículo, pero el lector que pueda estar interesado en más detalles puede consultarlo en la biblioteca del propio Museo.
A los pocos días de producirse la sublevación militar, el 23 de julio de 1936 el Gobierno de la República creó la Junta de Incautación y Protección del Tesoro Artístico, también conocida como Junta de Incautación de Obras de Arte, cuya finalidad teórica era la de atajar los daños producidos en el Patrimonio Histórico Artístico como consecuencia de los saqueos y quemas de conventos e iglesias que se estaban produciendo en la zona republicana.
Los objetos arqueológicos y las antigüedades deberían ser depositados en el Museo Arqueológico Nacional que llegó a convertirse en un inmenso almacén.
El 2 de octubre de 1936, esta institución quedó en poder de las milicias y de la Guardia Nacional Republicana y cerró sus puertas al público, tras haber sido detenidos todos sus funcionarios, algunos de los cuales perecieron fusilados. Los que se reintegraron a sus puestos de trabajo conscientes de lo que podía pasar comenzaron, con riesgo de sus propias vidas, a ocultar aquellas piezas que consideraban de más valor. Unas las escondieron en los sótanos y en los lugares más insospechados del propio Museo, y otras, las sacaron escondidas debajo de sus prendas de abrigo y las guardaron en sus propias casas.
No habían terminado con esta actividad, cuando en la tarde del 4 de noviembre de 1936 se personaron en el Museo Wenceslao Roces Suárez, subsecretario del Ministerio de Instrucción Pública, acompañado por Antonio Rodríguez Moñino, representante de la Junta de Incautación de Obras de Arte, y de un grupo numeroso de milicianos armados, que siguiendo órdenes del Gobierno iban a hacerse cargo de todos los tesoros y los objetos de oro y plata, especialmente de las monedas que hubiera en el Museo.
Asistidos por los conservadores de la institución comenzaron con el registro y recogida de todo lo que encontraban a su paso. Debido a la falta de luz eléctrica y a la resistencia pasiva de los funcionarios que les conducían por caminos equivocados pudieron salvarse las piezas que, previamente, habían escondido.
El saqueo terminó al día siguiente, levantándose acta de entrega donde se hacía constar las 2.950 monedas incautadas que fueron las siguientes:

58 monedas griegas
830 romanas
297 bizantinas
585 árabes
322 visigodas
94 españoles medievales y modernas
111 francesas
432 extranjeras
69 medallas
La pérdida de las monedas visigodas e hispano-árabes ha sido irreparable pues como luego veremos, los autores del expolio para borrar pistas decidieron fundirlas y venderlas por oro.
Se calcula que el valor numismático de lo sustraído que por supuesto no es lo más importante podría superar los 10 millones de euros.

ITINERARIO DEL BOTÍN
Las monedas fueron colocadas en dos cajas de madera y ese mismo día salieron por carretera hacia Valencia donde fueron depositadas en la Torre de los Serrano. Allí permanecieron hasta mediados del año 1937 en que se trasladaron a Barcelona depositándose en el Monasterio de Pedralbes y, posteriormente, en la Caja de Reparaciones, sita en la Plaza de Cataluña, donde estuvieron hasta noviembre de 1938 que se llevaron al castillo de Figueras.
Como se iban incorporando a este botín de guerra todas las joyas y el oro procedente de los saqueos domiciliarios y del propio Banco de España, el Gobierno construyó una mina en Lavajal (Gerona) en la que se depositó todo el tesoro.
El 6 de febrero de 1939 salió de España todo el alijo en un camión por la frontera de Le Perthus desde donde se trasladaron a París por ferrocarril, quedando depositado en la Embajada española durante varios días. Ante el inminente reconocimiento de Francia del nuevo gobierno español y por tanto la pérdida de la Embajada, decidieron transportar el tesoro en barcazas hasta Rouen desde donde se trasladaron al puerto inglés de Southampton y desde este, se embarcaron en el célebre yate Vita con rumbo a México. Existen varias versiones sobre este recorrido desde París hasta el yate Vita, pero la realidad es que el barco partió rumbo a América a finales de febrero llegando a Veracruz a finales de marzo, desde donde se llevaron a Tampico en dos vagones de tren y desde esta ciudad a la de México, depositándose en “Villa Obregón” residencia a nombre de Indalecio Prieto. Sobre el tesoro depositado en este barco, es muy ilustrativo leer el libro: “El oro del Banco de España y la historia del Vita” publicado por Amaro del Rosal, miembro destacado de la UGT y protagonista de los hechos.
A partir de aquí, se pierde el rastro de este tesoro numismático. Lo que si se sabe es que se inicia una lucha feroz entre Indalecio Prieto y Juan Negrín para controlar el tesoro expoliado a todos los españoles y que les permitiría vivir el resto de sus días en un ambiente de lujo.

CONCLUSIONES
El análisis de los datos aportados nos permite concretar las siguientes conclusiones:
* La desaparición de las monedas de oro del Museo Arqueológico Nacional es uno de los más lamentables sucesos acaecidos a lo largo de la historia del Patrimonio Histórico de España y, casi sin ninguna duda, el más vergonzoso de todos.
* Todos los datos evidencian que la incautación de las monedas, por sus circunstancias y características, solo se puede calificar como de un robo con intimidación, alevosía y abuso de autoridad, que es un grave caso de prevaricación, con el agravante de que se trataba de un bien público de la mayor importancia cultural para todos los españoles.
* En este auténtico robo no cabe aducir razones ideológicas, pues la notable pérdida económica y patrimonial que se sustraía a España, a la sociedad, y a cada ciudadano, fue destinada al beneficio de algunos políticos de la élite republicana que sin escrúpulos, con esos medios buscaron asegurarse individualmente un estatus de lujo durante el exilio.
* Todos los sucesos y circunstancias analizados desmienten con rotundidad cuanto se ha dicho sobre la defensa del Patrimonio Histórico-Artístico por parte del Gobierno de la 2ª República. Según evidencian los hechos, dicha defensa, al margen de la actuación ejemplar de algunos ciudadanos, era solo propaganda, muy propia de los regímenes totalitarios como el de la Unión Soviética, cuya influencia en la España de esa época era incuestionable.
* No se conoce en la Historia ninguna actuación semejante del robo y reparto entre los dirigentes políticos que lo han cometido, de los bienes del Patrimonio Histórico propiedad de todos los españoles. Ni siquiera en la Revolución Francesa o en la revolución bolchevique, e incluso en la Revolución Cultural de Mao, hay noticias de semejante latrocinio.
* Esa forma de proceder se corresponde con un comportamiento característico de clanes o grupos dirigidos por élites “clientelares” cuyo origen y forma de actuación deben considerarse no democrático. Es la consecuencia de un sistema político que actuaba al margen de la legalidad vigente y que aprovechaba toda circunstancia propicia, desde la guerra a la ideología para lograr sus propósitos de poder y de enriquecimiento personal, al mismo tiempo que enmascaraban y ocultaban a la sociedad sus verdaderas intenciones con su forma de actuar, en absoluto democrática.
* Los datos analizados confirman que se trata de un comportamiento mafioso, como evidencia la incautación y utilización personal, sin documentación alguna de control, de las monedas de oro del Museo Arqueológico.
* Esta conclusión de ausencia de democracia en la 2ª República española puede resultar muy dura, pero en realidad es la deducción de un análisis objetivo de lo acaecido y de las circunstancias que rodearon este robo manifiesto perpetrado a todos los españoles.

Por cierto, y como curiosidad para los lectores, se señala que cuando se restableció la democracia en nuestro país, Wenceslao Roces Suárez, protagonista del robo, regresó a España y salió elegido senador por Asturias, en las listas del partido socialista en las que fue incluido en agradecimiento a su aportación económica y como recompensa a su “loable actuación”, cuando, por el contrario, debería haber rendido cuentas de este atraco al Patrimonio Histórico de todos los españoles. En esa época fue requerido por el entonces director del Museo Arqueológico, Martín Almagro Basch, para que facilitase información sobre las monedas robadas a lo que “el ladrón” se negó. Regresó a México donde falleció en 1992.


Madrid, 20 de marzo de 2012