Las
Centrales Sindicales
Inoperantes
y Gravosas
Autor:
Geromín
En el mundo occidental, el papel que
jugaron las organizaciones sindicales en los siglos XIX y XX, como defensoras
de los derechos de los trabajadores, ha sido debidamente reconocido. En España,
los sindicatos aparecieron en el año 1830 y han constituido un elemento fundamental
de modernización, unas veces a través del enfrentamiento y otras mediante la
negociación, condicionaron la construcción de un sistema en el que la garantía
de un cierto bienestar para la clase obrera y la movilidad entre clases
terminaron siendo una realidad.
Su comportamiento durante la 2ª República
fue verdaderamente lamentable pues desde el primer momento no aceptaron el
nuevo régimen y conscientes de su debilidad se dedicaron a la práctica del
bandidaje, al saqueo domiciliario y al asesinato puro y duro, olvidando a la
clase trabajadora que fue la que más sufrió sus consecuencias durante esta
etapa dolorosa de nuestra historia.
Durante el régimen anterior, bajo la
denominación de “sindicatos verticales”, colaboraron con el sistema defendiendo
a los trabajadores y obteniendo muchas ventajas para ellos, como la seguridad
social, las viviendas protegidas o la práctica desaparición del despido libre a
costa de la supresión del derecho de huelga y de otras privaciones.
Cuando llegó el cambio de régimen se
consideró oportuno por los responsables políticos primar a las centrales
mayoritarias (UGT y CCOO) por encima de las restantes. Esta decisión obedecía a
la necesidad de legitimar unos acuerdos imprescindibles para alcanzar la
necesaria paz social que permitiese el avance de la democracia en España
otorgándoles un mayor peso político y económico.
Este modelo ha tenido aspectos positivos y
ha coadyuvado a que, salvo excepciones y conflictos puntuales, no hayan
existido en nuestro país grandes tensiones sociales. Parte de este éxito reside
en el comportamiento de sus líderes: Nicolás Redondo por UGT y Marcelino
Camacho por CCOO, que prefirieron la línea del diálogo a la del enfrentamiento.
Dentro de este capítulo de prebendas que
les regalaron merecen destacarse las siguientes:
a)
Regalo
de los inmuebles donde se ubican sus sedes sociales, tanto las centrales como las
provinciales con mantenimiento a costa del Estado y exentos de impuestos.
b)
Asignación
de unas subvenciones fijas con cargo a los Presupuestos Generales de Estado.
c)
Participación
en los programas de formación de los trabajadores generosamente subvencionados
con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.
d)
Aceptación
de la figura del “liberado sindical” que es un trabajador que no trabaja para
la empresa que paga su salario.
e)
Participación
en los Consejos de Administración de las Cajas de Ahorros y de los entes
públicos con el cobro de sus correspondientes y sustanciosas retribuciones.
f)
Concesión de subvenciones por parte de las
Comunidades Autónomas para programas que no tienen nada que ver con los
trabajadores, como ha sucedido con la última que hemos conocido por valor de un
millón de euros que les ha concedido la Junta de Andalucía para fomentar la
enseñanza en países africanos.
Han transcurridos treinta años y la
evolución de estas organizaciones ha sido, en mi opinión, totalmente negativa
para los intereses de la clase trabajadora. Durante este periodo de tiempo sus
dos objetivos fundamentales han sido:
* Recaudar dinero por todos los medios a su
alcance.
* Crear una
estructura burocrática sobredimensionada en la que tuvieran cabida todos los
familiares, amigos y compromisos personales de sus dirigentes.
Han desatendido las demandas de los
trabajadores que veían impotentes como las cifras del paro se iban
incrementando hasta llegar a los 5,3 millones que tenemos en la actualidad como
resultado de una legislación laboral rígida y heredada del régimen franquista
al que tanto se critica.
Además, hemos conocido los ambientes de
lujo en que se mueven sus dirigentes. Comiendo en los restaurantes más caros de
Madrid, realizando cruceros por el Báltico, en fechas previas a la convocatoria
de la huelga general, o disfrutando de paradisiacas vacaciones en Madeira. Sin
olvidarnos de la afición del compañero Méndez por los relojes de lujo o del
camarada Toxo por adquirir pisos de protección oficial sin reunir los
requisitos legales para su adjudicación.
Para centrarnos en la situación actual y
que el lector pueda hacerse una composición real de los fondos que manejan
estas organizaciones vamos a presentar las escandalosas cifras correspondientes
al pasado año concedidas por el Gobierno y otras Administraciones.
12 millones de euros con
cargo a los Presupuestos Generales del Estado.
8 “ “ por su participación en
órganos consultivos.
2.300 “ “ para
financiar la formación de los trabajadores, a repartir con CEOE y Cepyme.
X
“ “ subvenciones
procedentes de la C.C. A.A.
Y “
“ por su participación en la
negociación de los EREs.
Z
“ “ por su presencia en Consejos
de Administración.
Las cantidades que designo como X, Y y Z se
deben al desconocimiento de su cuantía, pues otra de las peculiaridades de la
contabilidad de las cuentas sindicales es que son totalmente opacas. El
Tribunal de Cuentas lleva años callado ante semejante barbaridad.
Ahora que está de moda criticar a la Casa
Real por su falta de transparencia, no estaría de más que se midiese con la
misma vara de medir a las organizaciones sindicales que no rinden cuenta de sus
actuaciones.
A este coste económico directo debemos
añadir el salario de los 4.800 liberados sindicales que hay en España que abonan
sus respectivas empresas sin que aporten una sola hora de su trabajo.
Y también los 300.000 delegados sindicales
que, con sus horas libres, tampoco trabajan para la empresa en cuya plantilla
figuran.
Otra de las peculiaridades de las centrales
sindicales es que mantienen la postura ideológica del siglo XIX, es decir, de
enfrentamiento con la patronal, presentando a los empresarios como los
auténticos promotores del desastre económico que padecemos y verdaderos
explotadores de la clase obrera. Mientras tanto en Europa el planteamiento es
radicalmente diferente y lo que pretenden es resolver mediante el diálogo los problemas
de cada empresa a fin de salvar el mayor número posible de puestos de
trabajo.
Igualmente, y con afán recaudatorio, han
constituido fundaciones, sociedades de gestión de seguros y despachos de
asesoramiento jurídico.
Toda esta inmensa maquinaria financiera se
ha desarrollado durante los ocho años de gobierno del nefasto José Luís
Rodríguez Zapatero en los que los sindicatos se han centrado en estas
actividades lucrativas despreocupándose de los problemas de los trabajadores.
Cuando el nuevo Gobierno está aprobando
medidas para intentar paliar la grave situación del paro y al mismo tiempo recortando
algunos de los privilegios apuntados, comienzan a movilizarse bajo pretexto de
defender los derechos de los obreros.
¡Hay que tener desfachatez
para recurrir a tamaña falacia!
En los momentos actuales en que se nos está
exigiendo a los españoles unos sacrificios importantes para poder pagar todas
las alegrías y tropelías llevadas a cabo por José Luís Rodríguez Zapatero y sus
gobiernos, al que, por cierto, sus compañeros de partido han eliminado de todos
sus actos públicos, considero que estos sacrificios han de llegar también a
estas organizaciones.
En mi opinión deberían adoptarse las
siguientes medidas:
* Supresión
total de las subvenciones contempladas en los Presupuestos Generales del
Estado. Al igual que se exige a la Iglesia católica que se financie con las
cuotas de sus fieles, estas organizaciones deben seguir el mismo camino.
* Eliminación
de la figura del “liberado sindical” cuyo pago de su salario corre a cargo de
la empresa sin haberle dedicado ni una sola hora de su trabajo. Que sea el
sindicato el que se lo abone si considera imprescindible su presencia en la
empresa.
* Visto el
fracaso habido en los últimos años, eliminación de la subvención existente en
los Presupuestos Generales del Estado dedicada a formación de los trabajadores que
asciende a 2.300 millones de euros, gestionados conjuntamente por sindicatos y patronal.
*
Fiscalización por el Tribunal de Cuentas de todos los movimientos económicos de
estas organizaciones.
* Supresión de
todos los puestos que están asignados a los sindicatos en los distintos
Consejos de Administración de los entes públicos y entidades financieras. El
último caso conocido es el del compañero José Ricardo Martínez, secretario
general de UGT de Madrid, que cobra el módico sueldo de 180.000 euros anuales
por su pertenencia al consejo de Bankia y tiene la desvergüenza de encabezar
todos los movimientos y movilizaciones reivindicativas que se convocan en la
capital de España.
* Eliminación
del carácter obligatorio de los convenios colectivos sectoriales y que sean las
propias empresas en diálogo con sus trabajadores los que resuelvan los
problemas existentes para la supervivencia de la empresa.
* Modificación
del Código Penal para regular el comportamiento de los mal llamados “piquetes
informativos” que en realidad se trata de “piquetes coactivos” que impiden
ejercer el derecho al trabajo a otros trabajadores. Las organizaciones
convocantes de manifestaciones deberían abonar los destrozos urbanos que causan
los asistentes a las mismas.
* Regulación
del derecho de huelga en los servicios públicos para evitar el daño que causan
a otros trabajadores.
* Exigencia de
responsabilidades penales en la mala gestión de las subvenciones y en la
tramitación de los EREs fraudulentos.
En mi opinión estas medidas conjuntamente
con el necesario cambio de mentalidad de sus dirigentes son condiciones imprescindibles
para incorporarnos al mundo occidental en el que nos encontramos, aunque
algunos quisieran retornar a los tiempos de la extinta Unión Soviética y eso,
como la resurrección de Franco es algo imposible.
Por suerte, la última huelga general ha
sido un fracaso, lo que pone de manifiesto que cada vez son más los
trabajadores que no se sienten representados por esta pantomima de sindicatos
que lo único que defienden son sus escandalosas prebendas y su bienestar
personal.
Una prueba más de esta desafección popular
han sido las movilizaciones convocadas con motivo del 1º de mayo a las que han
acudido un número ridículo de personas.
Espero y deseo que en el menor plazo de
tiempo posible se produzca un cambio en sus dirigentes y en sus estructuras que
les permita ejercer su verdadera función de la defensa de las condiciones
laborales de los trabajadores mediante el diálogo y no como sucedió durante la
última legislatura, en la que después de numerosas reuniones con la patronal
“mareando la perdiz”, para aparentar un diálogo terminaron sin alcanzar acuerdo
alguno.
Madrid, 1 de mayo de 2012