lunes, 30 de abril de 2012




Las Centrales Sindicales
Inoperantes y Gravosas

Autor: Geromín

En el mundo occidental, el papel que jugaron las organizaciones sindicales en los siglos XIX y XX, como defensoras de los derechos de los trabajadores, ha sido debidamente reconocido. En España, los sindicatos aparecieron en el año 1830 y han constituido un elemento fundamental de modernización, unas veces a través del enfrentamiento y otras mediante la negociación, condicionaron la construcción de un sistema en el que la garantía de un cierto bienestar para la clase obrera y la movilidad entre clases terminaron siendo una realidad.
Su comportamiento durante la 2ª República fue verdaderamente lamentable pues desde el primer momento no aceptaron el nuevo régimen y conscientes de su debilidad se dedicaron a la práctica del bandidaje, al saqueo domiciliario y al asesinato puro y duro, olvidando a la clase trabajadora que fue la que más sufrió sus consecuencias durante esta etapa dolorosa de nuestra historia.    
Durante el régimen anterior, bajo la denominación de “sindicatos verticales”, colaboraron con el sistema defendiendo a los trabajadores y obteniendo muchas ventajas para ellos, como la seguridad social, las viviendas protegidas o la práctica desaparición del despido libre a costa de la supresión del derecho de huelga y de otras privaciones.
Cuando llegó el cambio de régimen se consideró oportuno por los responsables políticos primar a las centrales mayoritarias (UGT y CCOO) por encima de las restantes. Esta decisión obedecía a la necesidad de legitimar unos acuerdos imprescindibles para alcanzar la necesaria paz social que permitiese el avance de la democracia en España otorgándoles un mayor peso político y económico.
Este modelo ha tenido aspectos positivos y ha coadyuvado a que, salvo excepciones y conflictos puntuales, no hayan existido en nuestro país grandes tensiones sociales. Parte de este éxito reside en el comportamiento de sus líderes: Nicolás Redondo por UGT y Marcelino Camacho por CCOO, que prefirieron la línea del diálogo a la del enfrentamiento.
Dentro de este capítulo de prebendas que les regalaron merecen destacarse las siguientes:
a)     Regalo de los inmuebles donde se ubican sus sedes sociales, tanto las centrales como las provinciales con mantenimiento a costa del Estado y exentos de impuestos.
b)     Asignación de unas subvenciones fijas con cargo a los Presupuestos Generales de Estado.
c)     Participación en los programas de formación de los trabajadores generosamente subvencionados con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.
d)     Aceptación de la figura del “liberado sindical” que es un trabajador que no trabaja para la empresa que paga su salario.
e)     Participación en los Consejos de Administración de las Cajas de Ahorros y de los entes públicos con el cobro de sus correspondientes y sustanciosas retribuciones.
f)       Concesión de subvenciones por parte de las Comunidades Autónomas para programas que no tienen nada que ver con los trabajadores, como ha sucedido con la última que hemos conocido por valor de un millón de euros que les ha concedido la Junta de Andalucía para fomentar la enseñanza en países africanos.
Han transcurridos treinta años y la evolución de estas organizaciones ha sido, en mi opinión, totalmente negativa para los intereses de la clase trabajadora. Durante este periodo de tiempo sus dos objetivos fundamentales han sido:

* Recaudar dinero por todos los medios a su alcance.
* Crear una estructura burocrática sobredimensionada en la que tuvieran cabida todos los familiares, amigos y compromisos personales de sus dirigentes.

Han desatendido las demandas de los trabajadores que veían impotentes como las cifras del paro se iban incrementando hasta llegar a los 5,3 millones que tenemos en la actualidad como resultado de una legislación laboral rígida y heredada del régimen franquista al que tanto se critica.
Además, hemos conocido los ambientes de lujo en que se mueven sus dirigentes. Comiendo en los restaurantes más caros de Madrid, realizando cruceros por el Báltico, en fechas previas a la convocatoria de la huelga general, o disfrutando de paradisiacas vacaciones en Madeira. Sin olvidarnos de la afición del compañero Méndez por los relojes de lujo o del camarada Toxo por adquirir pisos de protección oficial sin reunir los requisitos legales para su adjudicación.
Para centrarnos en la situación actual y que el lector pueda hacerse una composición real de los fondos que manejan estas organizaciones vamos a presentar las escandalosas cifras correspondientes al pasado año concedidas por el Gobierno y otras Administraciones.

     12 millones de euros                      con cargo a los Presupuestos Generales del Estado.
       8       “             “                           por su participación en órganos consultivos.
2.300       “             “                           para financiar la formación de los trabajadores, a               repartir con CEOE y Cepyme.
       X      “             “                         subvenciones procedentes de la C.C. A.A.
       Y      “             “                            por su participación en la negociación de los EREs.
       Z      “              “                        por su presencia en Consejos de Administración.

Las cantidades que designo como X, Y y Z se deben al desconocimiento de su cuantía, pues otra de las peculiaridades de la contabilidad de las cuentas sindicales es que son totalmente opacas. El Tribunal de Cuentas lleva años callado ante semejante barbaridad.
Ahora que está de moda criticar a la Casa Real por su falta de transparencia, no estaría de más que se midiese con la misma vara de medir a las organizaciones sindicales que no rinden cuenta de sus actuaciones.
A este coste económico directo debemos añadir el salario de los 4.800 liberados sindicales que hay en España que abonan sus respectivas empresas sin que aporten una sola hora de su trabajo.
Y también los 300.000 delegados sindicales que, con sus horas libres, tampoco trabajan para la empresa en cuya plantilla figuran.
Otra de las peculiaridades de las centrales sindicales es que mantienen la postura ideológica del siglo XIX, es decir, de enfrentamiento con la patronal, presentando a los empresarios como los auténticos promotores del desastre económico que padecemos y verdaderos explotadores de la clase obrera. Mientras tanto en Europa el planteamiento es radicalmente diferente y lo que pretenden es resolver mediante el diálogo los problemas de cada empresa a fin de salvar el mayor número posible de puestos de trabajo. 
Igualmente, y con afán recaudatorio, han constituido fundaciones, sociedades de gestión de seguros y despachos de asesoramiento jurídico.
Toda esta inmensa maquinaria financiera se ha desarrollado durante los ocho años de gobierno del nefasto José Luís Rodríguez Zapatero en los que los sindicatos se han centrado en estas actividades lucrativas despreocupándose de los problemas de los trabajadores.
Cuando el nuevo Gobierno está aprobando medidas para intentar paliar la grave situación del paro y al mismo tiempo recortando algunos de los privilegios apuntados, comienzan a movilizarse bajo pretexto de defender los derechos de los obreros.
¡Hay que tener desfachatez para recurrir a tamaña falacia!
En los momentos actuales en que se nos está exigiendo a los españoles unos sacrificios importantes para poder pagar todas las alegrías y tropelías llevadas a cabo por José Luís Rodríguez Zapatero y sus gobiernos, al que, por cierto, sus compañeros de partido han eliminado de todos sus actos públicos, considero que estos sacrificios han de llegar también a estas organizaciones.
En mi opinión deberían adoptarse las siguientes medidas:

* Supresión total de las subvenciones contempladas en los Presupuestos Generales del Estado. Al igual que se exige a la Iglesia católica que se financie con las cuotas de sus fieles, estas organizaciones deben seguir el mismo camino.
* Eliminación de la figura del “liberado sindical” cuyo pago de su salario corre a cargo de la empresa sin haberle dedicado ni una sola hora de su trabajo. Que sea el sindicato el que se lo abone si considera imprescindible su presencia en la empresa.
* Visto el fracaso habido en los últimos años, eliminación de la subvención existente en los Presupuestos Generales del Estado dedicada a formación de los trabajadores que asciende a 2.300 millones de euros, gestionados conjuntamente por sindicatos y patronal.
* Fiscalización por el Tribunal de Cuentas de todos los movimientos económicos de estas organizaciones.
* Supresión de todos los puestos que están asignados a los sindicatos en los distintos Consejos de Administración de los entes públicos y entidades financieras. El último caso conocido es el del compañero José Ricardo Martínez, secretario general de UGT de Madrid, que cobra el módico sueldo de 180.000 euros anuales por su pertenencia al consejo de Bankia y tiene la desvergüenza de encabezar todos los movimientos y movilizaciones reivindicativas que se convocan en la capital de España.
* Eliminación del carácter obligatorio de los convenios colectivos sectoriales y que sean las propias empresas en diálogo con sus trabajadores los que resuelvan los problemas existentes para la supervivencia de la empresa.
* Modificación del Código Penal para regular el comportamiento de los mal llamados “piquetes informativos” que en realidad se trata de “piquetes coactivos” que impiden ejercer el derecho al trabajo a otros trabajadores. Las organizaciones convocantes de manifestaciones deberían abonar los destrozos urbanos que causan los asistentes a las mismas.
* Regulación del derecho de huelga en los servicios públicos para evitar el daño que causan a otros trabajadores.
* Exigencia de responsabilidades penales en la mala gestión de las subvenciones y en la tramitación de los EREs fraudulentos.

En mi opinión estas medidas conjuntamente con el necesario cambio de mentalidad de sus dirigentes son condiciones imprescindibles para incorporarnos al mundo occidental en el que nos encontramos, aunque algunos quisieran retornar a los tiempos de la extinta Unión Soviética y eso, como la resurrección de Franco es algo imposible.
Por suerte, la última huelga general ha sido un fracaso, lo que pone de manifiesto que cada vez son más los trabajadores que no se sienten representados por esta pantomima de sindicatos que lo único que defienden son sus escandalosas prebendas y su bienestar personal.
Una prueba más de esta desafección popular han sido las movilizaciones convocadas con motivo del 1º de mayo a las que han acudido un número ridículo de personas.

Espero y deseo que en el menor plazo de tiempo posible se produzca un cambio en sus dirigentes y en sus estructuras que les permita ejercer su verdadera función de la defensa de las condiciones laborales de los trabajadores mediante el diálogo y no como sucedió durante la última legislatura, en la que después de numerosas reuniones con la patronal “mareando la perdiz”, para aparentar un diálogo terminaron sin alcanzar acuerdo alguno.




                                                                                   Madrid, 1 de mayo de 2012